CON EL CAÑÓN EN LA BOCA

Un espacio para el desahogo, para el ahogo, para la soledad, para la compañía, para perder el control y retomarlo, para perderse completo y reencontrarse a medias, para ser un personaje y ser el autor al mismo tiempo, para gritar desaforado todos los silencios.

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Nombre: Ricardo Hinojosa Lizárraga
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

Comienzo esto a la edad en que otros han terminado todo lo que les quedaba por hacer en vida: Hendrix, Morrison, Janis, Cobain. Que poco pueden parecer a veces 27, cuanto pueden significar en otras ocasiones. Fuera de eso, ya cumplí con los rituales del colegio y la universidad, el de los vanos intentos de socialización, el de la escuela de vida que te prepara para saber adonde no volver, o como extraviarte totalmente en la búsqueda de ser individual y no borrego de modas y antojos circunstanciales. Aunque, a pesar de eso, prosiga ahora como todos, como uno más, ganándome el pan y trabajando, cumpliendo protocolos y horarios, aunque prefiera quedarme en casa, escribir según mi ánimo, darle curso al onanismo (el mental y todos sus hermanos), almorzar cuando no toque, escupir al cielo eventualmente o sencillamente chasquear los dedos frente al público y hacer mi gran desaparición. A pesar de todo eso, estoy aquí, sacando bien, siempre con el cañón en la boca, tentando el número final que me haga perenne.

febrero 27, 2009

El que pega y se la pega

Éxitos y knockouts en la vida de Mickey Rourke, en 5 rounds


Podría haber sido dibujado por Frank Miller, o podría haber dibujado a Miller mismo; podría también haber sido compañero de cantina de Charles Bukowski o, por qué no, su retador en una pelea a puño limpio; podría haber sido en la vida real un sexy seductor de rubias imponentes, a lo Kim Basinger o de morenas hirvientes, a lo Lisa Bonet. Pero también podría haber sido un actor talentoso y conflictivo, podría haber sido un adicto a las drogas y podría haber estado a punto de destrozar su vida mordiendo la lona del fracaso. Pero Mickey Rourke no eligió. O mejor dicho, eligió ser todo eso y, al mismo tiempo, ese destino lo eligió a él. Estuvo contra las cuerdas y locazo. Hoy, peleando su mejor round, el último duro de Hollywood sigue en pie.


“El infierno es despertar todos los días y no saber qué hace uno aquí”

Marv, Sin City



Tumulto, público, afición, admiradores, verdugos. Como prefieran calificarlos. Todos están desenfrenados y ruidosos. Brutales. Desaforados ante la promesa de sangre salpicada, de un sacrificio para la plebe. Son personajes de un cuadro de Munch exagerados en una espera y una premonición fatales. El ring, el escenario, la arena del circo romano, o como quieran llamarlo, espera a sus protagonistas, incendiada por la pasión de la multitud. Como verdugos de Cristo en un Gólgota, esperan ansiosos la crucifixión para aplaudir e irse a casa, interpretando su fingida normalidad en el beso a sus niños antes de dormir. Los protagonistas, nunca cristos, pero sí ecce homos, ya están listos para un combate que promete ser mortal. En una esquina, con impecable smoking, sonrisa de pendejerete winner y una prometedora carrera cinematográfica, Mickey Rourke, en 1987. Besos volados, suspiros, gritos de sus fans y de fondo, Joe Cocker cantando You can leave your hat on. Solo falta Kim Basinger en topless. En la otra esquina, con traje de luchador, las mechas confundidas por estar en una cabeza aparentemente equivocada, un rostro que pareciera ser todas sus mutaciones actorales en un solo gesto, y ese gesto reventado como un guante usado en mil batallas. Es Mickey Rourke, en el 2009. Aplausos, vivas desenfrenadas, el respeto de la crítica hacia el hijo pródigo que vuelve del foso y miles de admiradores preguntándose ¿Qué le pasó? De fondo, como un consolador susurro de taberna decadente, Bruce Springsteen canta The Wrestler y sostiene en una mano su Globo de Oro. La euforia se desata por completo. El combate está a punto de comenzar, aunque ambos han estado en tensa lucha desde siempre. Desde ese 16 de setiembre de 1956, en Nueva York, cuando pusieron por primera vez sus pies sobre este viejo ring que es el mundo, con un solo nombre: Philip Andre Rourke, Jr. Hoy ambos Mickeys, el peleador y el actor, o lo que es lo mismo, la promesa y la consecuencia, se juntan y complementan como el ying y el yang, como un golpe certero y una caída, y ponen al Rourke de hoy muy cerca del Oscar. O lo que es lo mismo, muy cerca del reflejo de su resurrección cinematográfica.



Round 1: Hey Mickey

Como si se tratara de la reencarnación intangible del mejor Muhamed Alí, la vida no paró de llenarlo de golpes y bailarlo desde pequeño. Apenas era un niño y su padre optó por un cuadrilátero más prometedor, es decir, abandonó a su madre. Mickey lo amaba y ahora lo amaría a la distancia. Pero ella se casaría de nuevo. Las discusiones en casa, con ella y su padrastro, y las peleas callejeras, eran el único entretenimiento del pequeño Philip Andre una vez que su familia se mudó a Liberty City, Miami. Ese barrio que era preferible ver derrumbarse atrincherado desde una ventana, mientras las sirenas policiales y los disparos se apoderaban de su noche fatal. Un ghetto negro donde los gangsta eran amos y señores de las calles. Una película de John Singleton, pero vivida en el behind the scenes, sin reflectores ni maquilladoras.
Desde pequeño, a Philip Andre no le quedó otra que dirigir su propio filme y hacer todos los papeles. A veces era un campeón de boxeo que derrumbaba a golpes a su padrastro, para dejar de ser el punchingball en que aquel lo había convertido. Porque antes de dejar el cine para convertirse en boxeador, tuvo sus primeros combates con el esposo de su madre. Porque en ese reto desigual y abusivo que sufrió, empezaron a generarse su rabia y su instinto autodestructivo. En ocasiones más felices era un héroe de béisbol, era el mismísimo Mickey Mantle, estrella y recordman de los Yankees de Nueva York. Y si no podía batear como él, si no podía correr ni ganar encuentros en las Grandes Ligas, lo que sí podría hacer era prestarse su nombre, bautizarse en arte y rebeldía y renombrarse Mickey. Mickey Rourke promesa, aún no consecuencia.




Round 2: Érase una vez en Hollywood

Ya adolescente, Mickey, convertido por el maltrato hogareño en el peleador, el achorado del barrio, el si-me-miras-te-coso, decide que es hora de tener un poco más de esquina y se sienta en una para boxear como amateur. “Una vez que has pasado por la primera pelea, la segunda es más fácil y así sucesivamente, hasta que el enfrentamiento se convierte en un estilo de vida. Al menos donde yo vivía”, confesó alguna vez. Golpe a golpe (y con poco verso) se hace camino al pelear. Pero un mal contacto de su cara –aún rostro- con un puño (de ninguna manera el primero) lo deja K.O por un año. Entonces, sobrevive cachueleándose, se dedica a arreglar caños y desagües, a limpiar, a empaquetar; encerar, pulir, pero sin un Miyagi que lo guíe a la victoria. A pesar de eso, de su entorno y de él mismo, en 1979 conseguiría su primera oportunidad en el cine. Steven Spielberg, nada menos, y su fallida 1941, pondrían en pantalla ese rostro, ese cinismo y esa seducción innata y distante a la vez, en la que cayeron varias. Los salones del Actor´s Studio, donde aún retumbaban los pasos de Brando, Dean, Pacino y De Niro, acababan de verlo egresar con cada uno de ellos latiendo en sus extremidades. En 1980, Michael Cimmino usaría su talento en La puerta del cielo, antes de caer en desgracia tras el fracaso fílmico. Incólume tras esto, Mickey seguía siendo promesa. La ópera prima de Lawrence Kasdan, Fuego en el cuerpo, de 1981, le da su primera oportunidad para opacar a sus protagonistas: William Hurt y Katherine Turner…y, de paso, seducir a esta última. Luego vinieron Dinner, donde Barry Levinson le pone dos primeras joyas a su corona de antihéroe con Boogie, su personaje en dicho filme: un jugador y mujeriego.

“Estoy cansado de ser Robin Hood o El flautista de Hamelin. Preferiría pasar desapercibido en el barrio”. El nostálgico lamento es pronunciado por The Motorcycle boy, ese joven sombrío, sordo, daltónico y avejentado que interpretó en Rumble Fish heredando algunos vientos del Johnny Strabler que personificara Marlon Brando en The wild one, de 1953. La crítica aclamó unánimemente su trabajo, proclamándolo como legítimo heredero de una casta de actores que más que casta es un parnaso. Treinta años después, Francis Ford Coppola, director de Brando, Pacino, De Niro y del mismísimo Lee Strasberg (director artístico del Actor´s Studio e impulsor del estilo actoral conocido como “El Método”), le dio aquella magnífica oportunidad. Era 1983. The Motorcycle boy reigns.

Lo que sigue ocurre con la velocidad con la que se atropellan los hechos en una noche de borrachera. Como sucede en la extensa farra en que Mickey empezó a convertir su vida. Por cierto, hasta ahora una vida de éxito: El papa de Greenwich Village (1984), El año del dragón (1985) y, por supuesto, 9 semanas y media (1986), lo convierten en la estrella de moda. Su fama sube a la par que su despilfarro y su ego. You give me a reason to live / Sweet Darling / You can leave your hat on.



Round 3: La senda del perdedor

“No sé, solo soy un luchador en busca de cerveza. Tirémonos pedos”. Metido en el pellejo-cloaca de Hank Chinaski, aquel alter ego que se inventó Charles Bukowski para tener con quien chupar en sus largas noches de insomnio literario, Mickey Rourke desarrolla una performance notable. No le cuesta mucho caracterizar al peleador, vagabundo y alcohólico que, en sus ratos libres, escribía. Tampoco le cuesta compartir unas cervezas y algo de vino barato con el verdadero Bukowski, guionista de Barfly (1987), el biopic que Barbet Schroeder dirige sobre el autor de La senda del perdedor. Curiosamente, y a pesar de haber protagonizado previamente Angel Heart, una interesante película dirigida por Alan Parker y en la que comparte roles con Robert de Niro y la apetecible Lisa Bonet (recordada como Denise Huxtable en el show de Bill Cosby y como ex esposa de Lenny Kravitz), Mickey empieza sin curitas ni paliativos su viaje al fin de la noche, donde no hubo Céline que lo detenga, ni Chinaski que lo acompañe.

Películas olvidables y telefilmes donde nadie más actuaría lo hicieron llevar su lucha como actor a cuadriláteros de tercera categoría. Johnny Handsome, Orquídea salvaje (1989) y Horas desesperadas (1990), que incluso le valió un premio razzie al peor actor, son claros ejemplos. Harley Davidson & The Marlboro Man (1991), soberano bodrio donde compartió roles con Don Johnson, fue hecha según confesión de Mickey, “solo por dinero”. Su alcoholismo y adicción a ciertas drogas duras (entre ellas las mujeres), lo habían dejado casi en la quiebra. A pesar de eso le quedaron ganas para casarse con Carre Otis, su coprotagonista en Orquídea Salvaje, en 1992. Para ese entonces, ya estaba intercambiando ganchos y rectos como boxeador profesional, intentando entrar en una élite de ojos morados, córneas destrozadas, bocas torcidas y cicatrices varias. Y todo por eso de que en el mundo de los ciegos, el tuerto es rey.

“El boxeo funciona como una ciencia -afirmó en una entrevista a la revista Man, en 2006- si ves algo repetidamente, al final lo adaptarás en tus acciones. Verles en acción me ayudó muchísimo. Todo se reduce a la técnica más que a la agresividad”. El mismo año de dicha entrevista, mientras Rourke acumulaba, según sus números, 20 victorias en 26 peleas, Tupac Shakur, uno de sus pocos amigos en aquellos días cuesta abajo en la rodada, es asesinado. Juntos filmaron Bullet, en 1997. Mickey derrama lágrimas como un humano y lisura, como la flor de la canela. Es arrestado por golpear a su mujer. Por cobrarse con ella la revancha inconsciente de un punchingball. Luego, cuando empieza a ver que su propio rostro se parece cada vez más al retrato escondido de Dorian Gray, deja los rings definitivamente. Tras esas facciones no queda nada de Dean, ni de Brando y mucho menos del pequeño Philip Andre. Sin embargo, sobre ellas queda mucho Método aún...mucho jugo también para licuar y servir en papeles memorables. Tuvo fracturas en los pómulos y 5 operaciones a la nariz a causa de los golpes recibidos (y quién sabe si por la cocaína consumida). El siglo XX había terminado para él hacía mucho. Mickey promesa se acaba. Alea jacta est, la suerte está echada. Estos son los días del Rourke consecuencia.



Round 4: Del crepúsculo al amanecer

Es tan poco probable tener que agradecerle algo en el mundo a Enrique Iglesias, que hasta suena descabellado que haya sido él quien le devolvió notoriedad a Mickey Rourke. Iglesias se parece mucho a los tipos que Mickey golpearía en la calle. Pero hay dos Mickeys ya, y uno de ellos pugna por sobrevivir. Aparece en el video Héroe, al lado de Jennifer Love Hewitt, lleno de simbólica maldad y sin heroicismos vanos, pero con mucha leyenda urbana sobre las espaldas. A muchos les pareció familiar lo que quedaba de su rostro. ¿A quién se parece? ¡Yo creo que es alguien conocido! ¿Pero no es el que salía en…?, decían muchos. Mientras algunos recordaban una entrevista en la que Kim Basinger lo llamó “cenicero humano”, por su adicción al Marlboro, para otros quizás sería solo El Marielito, ese boxeador que no dio dentro del cuadrilátero lo que su alter ego era capaz de brindar a través del celuloide. Era el 2001. Los Mickeys empiezan a sacar las garras del foso. Antes, solo pequeños papeles en Buffalo 66, en 1998 y The Pledge, en 2000, habían probado que seguían con vida. Luego vino Spun (2002), y una nueva oportunidad para llamar la atención desde las esferas indie en que se movió este filme. Su performance como The cooker, un vaquero sumergido en su búsqueda de la piedra filosofal, o su equivalente, un experto elaborador de drogas, llamó la atención de los críticos. Esos intelectuales del ecran que se preguntaban en qué momento de la historia del cine se quedó olvidado el muchacho de Rumble Fish. Poco después, trabajaría en Masked and Anonymous, escrita y protagonizada por Bob Dylan.

Luego es Robert Rodríguez quien le tira una soga. Había que ser grande, había que tener huevos y carácter para enfrentar de nuevo al público, ya sin la facha, sin la galanura, sin el look seductor ni la voz jovial. Y Mickey, demostrando que no era nada mouse, se enfrentó a todo. Apareció en Once upon a time in México (2003) y luego en lo que sería su primer regreso apoteósico: Sin City. Atractivo experimento fílmico donde, por si lo han olvidado, también aparecen Clive Owen y Bruce Willis. Marv Rourke Mickey Mickeys actor luchador galán monstruo. Whatever, el tema es que se roba la película. “Esto es algo grande (…) esto no es para calmarse. ¡Esto es de que corran ríos de sangre!. Estos son los viejos tiempos, los malos tiempos, los tiempos de todo o nada. Han vuelto, no quedan opciones. Estoy listo para la guerra”, gruñe Marv en algún momento de la historia. O lo gruñe Mickey. O ambos.

La Academia de Filmes de Ciencia Ficción, Fantasía y Horror le otorgó un premio. Tan bizarra condecoración a su actuación, acompañó a las obtenidas con el mismo papel, ante la Asociación de Críticos de Chicago, la Online Film Critics Society, y en los Irish Film & Televisión Awards. ¿El Globo de Oro? ¿El Oscar? No way. Ni bola le daban. Si caminas en el callejón correcto de la Ciudad del Pecado, puedes encontrar lo que sea.



Round 5: Redemption song

“Y ahora, voy a romperme en pedazos de carne. Estoy solo y merezco estar solo”. La lágrima cae como una promesa incumplida. Recorre algo que ya no quiere ser un rostro, o no puede, o quién sabe, pero su caída es inminente. Como fue la de Mickey: un bólido/lágrima; un bólido/vida; una farra/farra. Ahora, dicen, está de vuelta. Nunca fue amigo de Van Damme, sin embargo se repite como un mantra: retroceder nunca, rendirse jamás…retroceder nunca, rendirse jamás. “Muchos dicen que he regresado, pero cuando se ha estado en el infierno, uno siente que no viene de ninguna parte”, afirmaron hace poco ambos Mickeys, con sus corazones en la mano. Eran Demian y Emil Sinclair; Tyler Durden y el narrador del Club de la Pelea; Un Carl Jung enajenado explotando en Jeckyll´s y Mr. Hydes dentro de él.

Pero, seamos sinceros, sí ha vuelto. De ningún lugar o de todos; desde el fondo de la alcantarilla, el paquete de vaina o el callejón, Mickey Rourke ha vuelto en lo que algunos llaman su propio biopic, otros su batalla más dura y la mayoría su resurrección: The Wrestler, una angustiante historia dirigida por quien se convirtió en el yonqui chupasangre de las angustias ajenas en Réquiem por un sueño: Darren Aronofsky. Una historia de lucha, sí; de nostalgia, también; pero sobretodo, una historia de amor. Randy “The Ram” (El carnero) Robinson, vive alejado de su gloria ochentera; alejado del dinero y la fama y trabajando en una carnicería, extrañando siempre la carnicería legal del wrestling. Añora sus mejores años como luchador, desea a una bailarina tan decadente como él, y no sabe cómo no quebrarse ante los reclamos de una hija que siempre mantuvo distante. Son demasiadas analogías, demasiados nuevos encuentros entre la promesa y la consecuencia. O lo que es lo mismo: entre el actor y el luchador…y viceversa. Lo cierto es que ese papel le dio un Globo de Oro a él, y otro para The Boss, Bruce Springsteen, quien compone las canciones de la película que no suenan a glam rock. Lo cierto también es que hoy compite por el Oscar frente a Richard Jenkins (‘The Visitor’); Frank Langella (‘El desafío: Frost contra Nixon’); Sean Penn (‘Mi nombre es Harvey Milk’; y Brad Pitt (‘El curioso caso de Benjamin Button’), aunque para muchos haga una interpretación demasiado autobiográfica. En ese caso, probablemente no hay otro actor en Hollywood que sea tan soberbiamente él mismo. No hay otro Ave Fénix que reflote entre cenizas y puchitos de Marlboro. Muy a pesar de Robert Downey Jr.

“Estoy muy agradecido de estar aquí. Muchas personas me dijeron que nunca volvería. Y es todo lo que hago ¿saben? Si vives duro, juegas duro y quemas ambos, pagas el precio por eso. ¿Saben? En esta vida puedes perder todo lo que amas y a todos quienes amas. Bueno, no me escucho tan bien como antes, y me olvidé de esas cosas, y no soy tan lindo como solía ser, pero, maldita sea, sigo parado aquí, y soy ¡El Carnero!”. Monólogo casi final de The Wrestler, speech confesional del nuevo Rourke.


Tumulto, público, afición, admiradores, verdugos. Como prefieran calificarlos. Todos están desenfrenados y ruidosos. Brutales. Desaforados ante la promesa de sangre salpicada, de un sacrificio para la plebe. Pero hoy no hay esquina contra esquina. Hoy los Mickeys son uno solo, y no hay retador que se atreva a desafiarlos.




De coños y otros demonios

Como quien sincretiza las plumas de Henry Miller, su karma Charles Bukowski y hasta el style del Chef de Southpark, Mickey, encarnando a The cooker, en el filme Spun, emite este monólogo de antología:


“Saben que me tomo en serio el coño. Déjenme decirles algo, hay que tomarlo en serio. Hay prioridad por un culo apretado. Pero si es peludo, me quedo con las tetas. Pero si las tetas son peludas, vuelvo directo al coño. Debes hablarle a ese coño, hijo. Hablarle de verdad, hacerle una promesa. Ahora, nadie ha estado tan dispuesto como nosotros a aprovechar el poder y la libertad del coño y todos deben cuidarlo. Hoy, más que celebrar al coño, nos dedicamos a la idea misma del coño. Es decir, amigos, no hay que preguntarse qué puede hacer él por ustedes, sino que pueden hacer ustedes por él.”

The cooker
(Spun, 2002)



Frases:

“El tiempo es un elemento muy curioso. Cuando eres joven, eres un niño, tienes tiempo para todo. Luego pasas un par de años de aquí para allá y no es importante. Pero cuanto más viejo eres, más te preguntas: ¿Cuánto tiempo me queda?”

The Motorcycle boy

(Rumble Fish, 1983)


Parece que no te gustan mucho las actrices de Hollywood...
¿Por qué no sales con unas cuantas actrices de Hollywood, o vives con un par de ellas?

Entrevista a la revista Man, agosto 2006


¿Qué haces aquí?

¿Qué hago aquí? Hago mis cosas, voy a trabajar.

¿Y tu corazón?

MI corazón aún lo aguanta.

Pero el Dr. Dijo…

¿Sabes? Esto es lo que hago. El único lugar donde puedo salir herido es fuera de aquí. Al mundo le importo una mierda.

Diálogo entre Mickey Rourke y Marisa Tomei
(The Wrestler, 2008)



“No hay razón para hacer esto callado. No hay razón para hacer esto más que a mi manera”

Marv, Sin City (2003)



“Me parece que puedo recordar haber visto los colores. Fue hace mucho tiempo”

The motorcycle boy

(Rumble fish, 1983)


“Me encontrarán aquí. Nunca supe mi nombre, ni mi significado. Conozco el tesoro de mi escape”.

Hank Chinaski

(Barfly, 1987)


“A Bukowski la película (Barfly) le gustó muchísimo, pero hubo algo que le pareció imposible, un sacrilegio. Cuando Mickey Rourke encuentra a Faye Dunaway en el bar, ríen, beben, conversan. Luego salen del bar; al final de esta toma él le dice: -O.K. Vamos-. Pone su botella en la barra y sale. En la botella todavía se ve un poco de cerveza. Bukowski dijo: -¡Nunca! ¡Nunca un personaje como él va a dejar media botella, imposible!“

Barbet Schroeder, director de Barfly


"Necesito agradecer a Mickey Rourke por abrir su corazón y su alma a la cámara, por confiar en mí y por darme el honor de recordarle al mundo lo talentoso que es"

Darren Aronofsky, cuando recibió el León de Oro en el festival de Venecia por The Wrestler .