CON EL CAÑÓN EN LA BOCA

Un espacio para el desahogo, para el ahogo, para la soledad, para la compañía, para perder el control y retomarlo, para perderse completo y reencontrarse a medias, para ser un personaje y ser el autor al mismo tiempo, para gritar desaforado todos los silencios.

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Nombre: Ricardo Hinojosa Lizárraga
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

Comienzo esto a la edad en que otros han terminado todo lo que les quedaba por hacer en vida: Hendrix, Morrison, Janis, Cobain. Que poco pueden parecer a veces 27, cuanto pueden significar en otras ocasiones. Fuera de eso, ya cumplí con los rituales del colegio y la universidad, el de los vanos intentos de socialización, el de la escuela de vida que te prepara para saber adonde no volver, o como extraviarte totalmente en la búsqueda de ser individual y no borrego de modas y antojos circunstanciales. Aunque, a pesar de eso, prosiga ahora como todos, como uno más, ganándome el pan y trabajando, cumpliendo protocolos y horarios, aunque prefiera quedarme en casa, escribir según mi ánimo, darle curso al onanismo (el mental y todos sus hermanos), almorzar cuando no toque, escupir al cielo eventualmente o sencillamente chasquear los dedos frente al público y hacer mi gran desaparición. A pesar de todo eso, estoy aquí, sacando bien, siempre con el cañón en la boca, tentando el número final que me haga perenne.

octubre 12, 2010

Racismo en technicolor














Negro bruto, cholo apestoso, pituco de mierda, gringo cojudo.
El peruano no distingue a la hora de maletear racialmente a otra persona, cuando de joder se trata. La discriminación está en todos lados: en la puerta de Aura siendo “trigueñito”, en la pista de baile de un salsódromo siendo “colorao” y, sobretodo, en el humor más malicioso de todas las clases sociales y étnicas que pululan en nuestro país. Así que ya sabes
negrita, ven préndeme la vela, porque cholo soy y no me compadezcas, aunque te vayas de mi lado, china hereje.


Por: Ricardo Hinojosa Lizárraga


El Perú no tiene la tolerancia de un afiche de Benetton, eso es seguro. Si en otros lugares la discriminación es defecto exclusivo de las clases acomodadas o de piel más clara, en nuestro país ha obtenido un carácter ampliamente democrático y digno de mejores causas. Porque aquí cholea el blanco, cholea el negro y cholea el cholo. Y el cholo discrimina al blanco y, muchas veces, hasta el pobre discrimina al rico. “Pitucos racistas”, los llaman desde el populórum; “Serranos acomplejados”, desde Las Casuarinas o Eisha. Aquí los del Ku Klux Klan se volverían locos y hasta podrían ser discriminados en plena calle y calificados como “crudos pavazos” por cualquier alegre comparsa de afroperuanos con algo de calle. Así es la huevada. ¿Qué tú no eres racista? Ya cuñao. Lee nomás estos ejemplos y, así como quien no quiere, haz memoria. Quien esté libre de melanina que reciba la primera piedra.


¿Bellos y bellas?
Prado, Miró Quesada, Brescia, Dasso, Moreyra. No, no es un catálogo de las calles de San Isidro, sino un vistazo rápido a algunos de los nombres de quienes llenan las páginas de sociales, semana a semana, en muchas de las revistas más importantes del medio. Todos son lindos, pasaron por el ortodoncista y sus cabelleras, usualmente castañas o rubias, resplandecen al primer flash como si ese hubiera sido siempre su destino. Tiembla, Paris Hilton, que aquí la competencia es seria. Rara vez hay espacio para el trigueñito, cholito o más oscurito, porque ni el Photoshop lo “corregiría”. Aparte de la sana intención que tuvo una revista local por incluir a representantes de todas las sangres en sus páginas de sociales, demostrando que todos van a los cócteles, las presentaciones de libros o los conciertos, el resto son casi lo mismo: un desfile interminable de gente linda, perfecta y comercialmente atractiva. “Es que a nuestros principales clientes les gusta verse ahí y hay que ponerlos”, me confesó, muy solapa, el editor fotográfico de una conocida revista. Claro, pero si el cliente es medio cholito, habrá que “hacerlo verse blanco”, agregó.


Supa de letras
Es una madre de la patria, pertenece al Partido Nacionalista y recién aprendió a leer a los 25 años, aunque su dominio del castellano es aún rudimentario. La congresista cusqueña y quechuablante Hilaria Supa ha inscrito su nombre en los libros de historia al ser nombrada presidenta de la Comisión Parlamentaria de Educación. Eso ha sido motivo de sorpresa para muchos, de orgullo para unos pocos y de indignación de la mayoría (aparente). Incluso, hasta Martha Hildebrandt dejó de jatear en el Pleno para alzar su instruidísima y docta voz de protesta. Todos aseguran que no es racismo, que esa comisión la debería liderar alguien con una formación cultural más sólida, bla bla blá. Pero imagínense por un momento que Hilaria Supa sea igual de peruana, pero se llame, por decir, Claudia Müller, que en lugar de nacer en Huallaccocha, provincia de Anta, Cusco, lo haya hecho en la colonia austroalemana de Pozuzo, en Oxapampa y que, por esas cosas del destino, en lugar del quechua, domine más el alemán. ¿La joderían igual?


No culpes a la playa
El rico y fecundo Mar de Grau es de todos los peruanos, absolutamente de todos, hasta sus 200 humilladas marinas. Sobretodo en esa playa que ya de tan sobrada ostenta nombre continental, allí donde las Maripilis y las Maricuchas se zurran en los derechos de las Rosas, las Melodys y las Marys. Ellas lavan, cocinan y cuidan a los niños, pero para meterse al mar deben pedir permiso o solo pueden hacerlo ¡Después de las 5 de la tarde! Los tratos racistas y discriminatorios de muchos residentes del exclusivo balneario de Asia para con sus empleados se hicieron tan notorios y tan vox populi que hasta se comentaron en televisión y fueron motivo de sesudos análisis y hasta marchas de protesta, que incluían el desfile de representantes del pituquismo femenino más humanista, disfrazadas de natachas. Pero eso sí, nadie vio a ninguna natacha verdadera tomando martinis con la China Tudela. Nunca tanto pues.



Marcado negro
Si hay algo que queda claro es que hay frases hechas capaces de perjudicar la sensibilidad de muchos afrodescendientes, pues sus connotaciones son casi siempre negativas: negro futuro, noche negra, la vieron negra, están negrazos. Incluso en política los morenajes son mal vistos aquí, porque si en Estados Unidos tienen a Obama, a nosotros solo nos quedaron José Luis Risco y Angobaldo. Pero no todo es tan oscuro para ellos. Por el contrario, esa piel que a tantos motiva remilgos es, para muchos turistas, el rostro más sonriente que verán al llegar a un hotel, donde los esperan prestos. Hotel 5 estrellas sin negro en la puerta no es hotel. Nadie se atrevería a poner un pelirrojo o a una rubia ahí. Del mismo modo, puede resultar también el último rostro que veamos al irnos: casi el 100% de los cargadores de funerarias son de color elegante. Otro dato a favor: si te vas a probar a un club de fútbol, es mejor que lleves el cabello bien crespo y la piel embetunada, del mismo modo que si vas a bailar salsa a la Victoria o El Callao. Si no, corres el rego de ser el punto, la lorna, el blanquiñoso gil.


Gobernando a piel
La política, qué duda cabe, es una de las áreas donde la discriminación se hace más evidente. Y los aspectos raciales pueden definir una candidatura, una victoria, una derrota o el sendero de un gobierno. Ya lo dijimos en el caso de la congresista Hilaria Supa y lo decimos ahora. Solo basta recordar la lista de los últimos presidentes del Perú y analizar, como quien respira. En 1980, Fernando Belaunde Terry era el candidato reivindicado de la derecha y de los sectores económicos más importantes. Era el indicado para “devolverles” el lugar que años de gobiernos militares (sobretodo el de Velasco) les habían quitado. Cinco años después, el inteligente, aún delgado y “blancón”, Alan García, engatuzó a todos y en el 90, un chino japonés que inventó la confusión – parafraseando a una cándida miss- nos metió la yuca a todos con un “Karisma” en el que se terminó fugando Montesinos. Porque a diferencia de los aspectos negativos que se le adjudican justamente a los negros o a los cholos, los chinitos siempre van a ser simpaticones, educados, buena onda, tan glaciosos ellos que te encantalán. Pero las nefastas consecuencias de su gobierno llevaron a que el voto del peruano sea reivindicativo de sí mismo. Tras el gobierno de transición de Paniagua, el cholo Alejandro Toledo huaqueó a los demás candidatos. Si para muchos el fue el ganador por ser andino, Lourdes Flores Nano nunca ha podido triunfar por ser blanca. Esa es una de las grandes ironías de la política peruana.