Pablo Guevara, Retorno a la creatura
(1930 - 2 de noviembre 2006)
Hubiera querido tener una mejor anécdota para contar que esta con la que comienzo y que he birlado de manera cínica de algún post solitario olvidado en algún blog más solitario aún (más solitario aún que el mío), pero lamentablemente nunca conocí a Pablo Guevara. Y lo peor de todo no es solo nunca haberlo conocido que bueno, vaya y pase, pues a Vallejo, Oquendo y Moro tampoco llegué ni para el velorio y los siento cerca igual. Lo peor es que nunca lo he leído profusamente. Casi ni recordaba algún poema suyo hasta hace unas semanas, cuando una amiga me dijo que necesitaba sangre, que tenía leucemia, que pobre Pablo. Creo que me acerqué a sus versos al sentir la inminencia de la muerte, pero tan lejano y tan trémulo como un hijo se acercaría en el instante postrero al padre que siempre sintió lejano. Algunas cosas había oído también acerca de Pablo de mi abuelo, José Luis Calvo, asiduo asistente a las tertulias cebádicas del Palermo y el Negro Negro, ya no bares, sino palabras casi míticas dentro de la Enciclopedia Histórica de la Poesía Peruana que quizá alguien algún día se atreva a escribir. Esos espacios bajo la Lima de los 50 donde apellidos como Pérez Prado o Gillespie salían de las radiolas para entremezclarse con los Reynoso, los Vargas Vicuña, los Delgado, Salazar Bondy o Bendezú. Cuando Doris Gibson y Estuardo Núñez eran asiduos partícipes de la vida cultural limeña, no los vestigios casi centenarios en un siglo XXI que debe parecerles irreal e impertinente. Que debe dejarles pocas ganas de contar su historia antes de salir huyendo de aquí. Pablo Guevara vivió solamente 70 y tantos años. La historia dice que nació en 1930, que comenzó a escribir casi sin darse cuenta y que a los 24 ya era premio nacional de poesía. Luego llegó la docencia. “Sus colegas y sus alumnos lo recuerdan como un hombre apasionado del diálogo, ajeno a todo estiramiento magistral. Su atuendo mismo, informal y ligero, su andar mochila al hombro, daban la impresión de que estaba a punto de viajar o que acababa de retornar de una travesía”. Escribió de él César Lévano hace pocos días en la Revista Caretas. El Dominical de El Comercio (N° 400) también le hizo un sentido pero brevísimo homenaje en el que se anotó que “Su obra tuvo siempre un marcado tono personal, bastante alejado de los tópicos y hábitos discursivos frecuentados por sus demás coetáneos “. Mejorado luego por Balo Sánchez León en la última edición del 12 de noviembre, la que aprovechó también para repasar al resto de la generación que lo acompañó en tertulias y asombros durante esos años que muchos de nosotros imaginamos quizás en blanco y negro. Nunca conocí a Pablo Guevara, es cierto. Y es cierto también que deberían hablar los que lo conocieron, los que sintieron el toque de vida del poeta en la suya propia, más que como una influencia, como sensación de verso fascinante y recién leído.
MI PADRE
un zapatero
Tenía un gran taller. Era parte del orbe.
Entre cueros y sueños y gritos zarpazos,
él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida.
Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre
con Bazetti y mi padre navegando en el patio
y el amable licor como un reino sin fin.
Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas
que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos,
luego creció y creció rodeado de zapatos que luego
fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció
con él: la casa y mi alcancía y esta humanidad.
Pero algo fue muriendo, lentamente al principio;
su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión;
algo se fue muriendo con esa gran constancia
del que mucho ha deseado.
Y se quedó un día, retorcido en mis brazos,
como una cosa usada, un zapato o un traje,
raíz inolvidable quedó solo y conmigo.
Nadie estaba a su lado. Nadie.
Más allá de la alcoba, amigos y familia,
qué sé yo, lo estrujaban.
Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.
Retorno a la creatura, Madrid 1957.
Oh hermano
desprendido del cielo,
tras la tierra feroz que te rodea
bebo orillas de humanidad,
te escucho a ti que sufres.
Yo también. Junto a tu cuerpo espero
que aves ruinosas hallen al fin
espacio en la inmensidad
Lealtad (Retorno a la creatura, 1957)
1 Comments:
pues he encontrado este espacio con el deseo infinito encontrarle lugar a mi desahogo poetico..
al parecer las casualidades no vienen solas.. siempre vienen acompañadas de algun trato .. entonces.. permiteme decirte que aunque percibi que tal vez creciste leyendo oscar wilde.. tu espacio esta muy sincero y espero me permitas seguir. escribiendo aqui cuando pueda..para contarte una que otra cosa...
enida(venezuela)
Publicar un comentario
<< Home