CON EL CAÑÓN EN LA BOCA

Un espacio para el desahogo, para el ahogo, para la soledad, para la compañía, para perder el control y retomarlo, para perderse completo y reencontrarse a medias, para ser un personaje y ser el autor al mismo tiempo, para gritar desaforado todos los silencios.

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Nombre: Ricardo Hinojosa Lizárraga
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

Comienzo esto a la edad en que otros han terminado todo lo que les quedaba por hacer en vida: Hendrix, Morrison, Janis, Cobain. Que poco pueden parecer a veces 27, cuanto pueden significar en otras ocasiones. Fuera de eso, ya cumplí con los rituales del colegio y la universidad, el de los vanos intentos de socialización, el de la escuela de vida que te prepara para saber adonde no volver, o como extraviarte totalmente en la búsqueda de ser individual y no borrego de modas y antojos circunstanciales. Aunque, a pesar de eso, prosiga ahora como todos, como uno más, ganándome el pan y trabajando, cumpliendo protocolos y horarios, aunque prefiera quedarme en casa, escribir según mi ánimo, darle curso al onanismo (el mental y todos sus hermanos), almorzar cuando no toque, escupir al cielo eventualmente o sencillamente chasquear los dedos frente al público y hacer mi gran desaparición. A pesar de todo eso, estoy aquí, sacando bien, siempre con el cañón en la boca, tentando el número final que me haga perenne.

mayo 15, 2009

Las palabras y las botellas

Crónica de un encuentro alucinado con Charles Bukowski



¿Puede un perdedor ex vagabundo, alcohólico y promiscuo, hacerse famoso como escritor a los 49 años? ¿Puede un viejo, que se decía indecente, convertirse en héroe contracultural de millones en todo el mundo? Claro que sí. Sobretodo si es uno que odiaba a la gente común, que no escribía poesía si no estaba ebrio y que siempre recordaba las palizas que su padre le dio hasta los 11 años. Uno que sufrió un acné volcánico en su adolescencia que le deformó el rostro. Aquel que medía casi un metro 90 y que decía tener las pelotas más grandes de su promoción. Ese que pasó dos años durmiendo en la universidad, que luego pasó otros 10 bebiendo y vagando por Estados Unidos. Que debutó sexualmente a los 23…con una prostituta de 150 kilos. Con ustedes, a 15 años de su muerte, Charles Bukowski, poeta, narrador y exitoso asesino del sueño americano.



Por: Ricardo Hinojosa Lizárraga


“En mi país la poesía ladra
suda orina tiene sucias las axilas.
La poesía frecuenta los burdeles
escribe cantos silba danza mientras se mira
ociosamente en la toilette…”

Enrique Verástegui




Vagabundo, borracho, rebelde, anti sistema. Sus estigmas literarios, como los que llevaba en su rostro, esculpido por un acné purulento sufrido en su juventud, eran y son muchos. Pero él, fundamentado en su espontaneidad trasnochadora, solo siguió el camino que le era más natural: la senda del perdedor. Y ganó. Aquellos que escriben las contracarátulas de sus libros aman referirse a él como el “último escritor maldito de la literatura norteamericana”. Un cliché que Bukowski, si aún estuviera aquí, coronaría con un par de trompadas a sus autores. A Hank, como prefería ser llamado, se le han impuesto etiquetas que él odiaría y que odia, sin duda, esté donde esté brindando hoy. Al también llamado “Santo Patrón de los escritores que beben y de los bebedores que escriben”, se le asocia a los beats, se le compara con Hemingway, Henry Miller o Louis Ferdinand Celine, o se le desprecia por soez e iconoclasta; se le acusa de machista, anarquista, prepotente, borracho, adicto apostador en las carreras, vago y peleador callejero sin ley ni medida. ¿Verdad o mito? ¿Escritor honesto o producto de la mass media? ¿Alcohólico sincero o clown borrachoso de sí mismo? ¿Literatura pura o distracción superflua?


La única manera de saberlo con certeza era preguntándoselo a él mismo, regresar al 9 de marzo de 1994, aunque sea unas horas antes de que muera; o ir a los 10 años precedentes y acompañarlo a dar un paseo en su Volkswagen, mientras disfruta su reciente fama en Los Angeles; volver con él a leer poesía en universidades alemanas en los años 80, enfrentado a mujeres que marchaban acusándolo de machismo; sentarme con él, desde el mediodía y hasta cerrar, en las peores cantinas; frecuentar a sus putas y respetar a sus mujeres; defenderlo en una pelea a trompada y cuchillo, o vagar con él en la Norteamérica de posguerra, como quien censa y almacena las emociones vivas de su nación; sentarme a beber en silencio mientras le daba duro y duro y duro a la máquina (la de escribir, no la de follar) combatiendo aquello que lacónicamente llamó el horror del horror del horror.


Por eso era difícil conseguir esta cita con él. Llamarlo y convocarlo para una entrevista de esas que tanto siempre detestó fue casi imposible. Llegar a él a través de John Martin, su editor por más de 40 años a través de Black Sparrow Press, también se hizo complicado. Por eso, la oferta cantinera de la ciudad de Lima era mi última oportunidad de lograr el encuentro. Y, al menos en la borrachera interminable de esta noche que me peina el cerebro desde dentro y desde ayer y desde cuatro botellas antes, parece que Hank ha aceptado. Por teléfono me aconsejó “beber, escribir y follar”, lo cual creo que significó un sí.

Sin embargo, esta misma ciudad de hoteles miserables, de calles infames, meretrices generosas y hombres destruidos, una ciudad que no es la Los Angeles que vio Hank, sino mi Lima, nunca tan mía, que es al mismo tiempo todas las ciudades del mundo, y todos sus sórdidos rincones, me hizo llegar al encuentro media hora después de lo pactado. Ya saben, el tráfico, Castañeda, y todo eso. Tal vez Lima pensó que para Bukowski el tiempo era, es y será (y sobretodo será) infinito. Él también había bebido algunas botellas antes.

Apenas entré al Cordano, ese bar limeño de pasado dulce y presente amargo, me dijo tibiamente sin mirarme.


- Me dan ganas de estamparte esta botella en la cabeza.

Me allanó en una.

- Pero Hank, ¿Por qué? Apenas me tardé unos minutos. Discúlpame.

- Unos minutos, dices. ¿Sabes? Todo, en algún momento de mi vida, ha llegado tarde. Los tipos como tú, desfilando ante mi con sus cámaras y sus grabadoras y toda esa mierda. Las jovencitas rubias de coños firmes han llegado muy tarde. Las cámaras han llegado muy tarde.

- Pero los disfrutas, lo importante es que lo disfrutes.

- Un día dirán “Bukowski ha muerto” y entonces seré descubierto de verdad, y me colgarán de brillantes farolas apestosas ¿Y qué? La inmortalidad es el estúpido invento de los vivos.

- ¿Y la fama?

- La fama no significa nada. No hace el trabajo por ti.


Henry Charles Bukowski Jr., se consideró toda la vida americano, aunque nació casualmente en Andernacht, Alemania en 1920, prolongando su vida hasta el 9 de marzo de 1994, cuando una leucemia le cerró los ojos para siempre en Los Angeles, su casa de siempre. Pasó su vida sobreviviendo en oficios miserables hasta que encontró cierta estabilidad económica en la Oficina de Correos – donde se mantuvo por 11 años, renunciando el día que cumplía 50-, tranquilidad excesiva que le produjo una seria inestabilidad emocional. Él siempre quiso ser escritor, ya publicaba algunos relatos en varias revistas underground, a los que se acostumbró a enviar cajas llenas de poemas sin recibir respuestas…o siendo rechazado. Irónicamente, poco después su relato “Consecuencias de una extensa nota de rechazo”, se convertiría en el primero en ser publicado. Recién en 1960, a los 40 años, publica un corto tiraje de su primer poemario “Flor, puño y gemido bestial”. Pero no fue sino hasta el 21 de enero de 1970 que terminaría su primera novela: “Cartero”. Ya con la madurez encima, su fama creció meteóricamente. De beber acompañado del hampa en rincones malolientes, pasó a firmar autógrafos, leer poemas ante multitudes y follar impenitentemente con sus propias groupies. Tenía razón, todo llegaba tarde para él, como yo ese día o como el antipático mesero del Cordano que, como siempre, demoraba media hora en traer cada chilcano de pisco.


- ¿Qué te gusta ahora Hank? ¿Qué te hace feliz?

- Ahora, como siempre, me gustan los hombres desesperados, hombres con los dientes rotos y los destinos rotos. También me gustan las mujeres viles, las perras borrachas con las medias caídas y arrugadas y las caras pringosas de maquillaje barato. Me gustan más los pervertidos que los santos. Me encuentro bien entre marginados porque soy un marginado ¿sabes? No me gustan las leyes, ni morales, religiones o reglas. No me gusta ser modelado por la sociedad.

- De todos modos, tú debes saber que hay otra gente que no es exactamente esa, que lee tus libros y se ha hecho una imagen de ti.

- La mejor imagen que tendrán que hacer de mi, la imagen auténtica, es simplemente leer lo que he escrito y no los inventos fuera de los libros.

- Y a esa gente, a los lectores que te valoran y te visitan ¿no piensas que les debes algo?

- ¿Sabes? Hay muchos que piensan que de alguna manera los invitarás a entrar y te pasarás la noche bebiendo con ellos. Yo prefiero beber solo. Un escritor no se debe más que a su escritura. No le debe nada al lector, excepto la disponibilidad de la página impresa. Y te digo más: el mejor lector y el mejor humano son los que me recompensan con su ausencia.

- A ratos se te escucha irónico y eso lo comprendo, es el mismo sarcasmo que he leído en tus libros. Pero también se nota que tienes mucho dolor adentro.

- ¿Te han golpeado con una correa 3 veces por semana desde los 6 hasta los 11 años? ¿Sabes cuantas golpizas son esas?

- “Lo primero que recuerdo es estar debajo de algo”. Así comenzaste La senda del perdedor, como escondiéndote de tu padre.

- Era tan estúpido como cobarde y su sangre corre por la mía.

- Yo nunca tuve uno. ¿Qué es lo mejor que puedes decir del tuyo?

- Que fue un gran maestro de literatura.

- ¿Cómo así?

- Me enseñó el significado del dolor. Del dolor sin sentido. ¡Me cago en Dios! ¡Que se apure ese pisco!



Después de eso nos olvidamos por un rato del dolor. Hank es un tipo rudo, o eso es lo que quiere que piensen. En los siguientes minutos, tras golpear dos mezquinas veces al mozo del Cordano que nunca trajo los piscos, recorrimos Lima en busca de un mejor refugio. Le hablé de Víctor Humareda, su símil pictórico peruano, y apenas pude evitar que camine con rumbo a La Parada siguiendo su lóbrego rastro. Una vez cerca de la Plaza San Martín y La Colmena, se negó a entrar al Etnias porque odia a los hippies, rechazó el Directorio por su nombre yuppie y gastó dos monedas de china para entrar al show de “A sol la barra” en jirón Cailloma, donde se rozaría pícaramente con las carnes de camal que ahí se desnudan. Pisó fugazmente el Queirolo, tomando su sexta botella de pisco de la noche, vomitó en la puerta del Averno y, cuando finalmente recordé que le había llevado un cd de Mahler como regalo, lo rapté al Munich, donde aceptaron ponerle pausa al guaguancó cubano de su piano, que oían solo dos silenciosas personas, para obsequiarse unos momentos de música clásica. Gustav Mahler fue muchas veces la única compañía de Bukowski en sus horas más jodidas. Por eso, cuando sus ojos se achinaron, y su nariz se puso más roja y más grande que nunca, entendí que sonreía…y disfrutaba la música.



- Hank, a pesar de estar muerto, mantienes un ritmo de bebida alucinante. Esto no era solo un pasatiempo para ti, compadre. Tú realmente amas la bebida, no jodas, ¡mira como chupas!

- El amor es un perro del infierno. Eso es todo. Tiene sus propias agonías.

- ¿Y entonces?

- El licor es como una sinfonía, como una canción clásica o algo así. Lo bebes para subir al cielo cuando te duele algo o cuando estás bajo presión. No creo haber escrito un poema cuando estaba completamente sobrio.

- ¿No necesitas ninguna comodidad adicional para escribir?

- No es problema donde escribes siempre y cuando tengas paredes, la máquina de escribir, el papel y la cerveza. Tú puedes escribir sobre la boca de un volcán.

- Siempre la cerveza o el vino, o el pisco en esta oportunidad…

- Siempre. Si ocurre algo malo, bebes para olvidarlo; si ocurre algo bueno, bebes para celebrarlo; y si no ocurre nada, bebes para que ocurra algo. El alcohol es probablemente una de las mejores cosas que han llegado a esta tierra, además de mí….jajaja.

- Jaja. Ok, ok, quedó claro. Y más allá de cientos de botellas vacías, ¿que aportó Bukowski a la literatura?

- Lo que yo he intentado hacer, si me disculpas, es incorporar el punto de vista de los obreros sobre la vida…los gritos de sus esposas que los esperan cuando vuelven del trabajo. Las realidades básicas del hombre común…algo que pocas veces se menciona en la poesía desde hace siglos.

- ¿Y hubo alguna razón en especial, aparte de tu propia vida, que te llevó a ser escritor?

- Mira, Ricardo. Me convertí en escritor no tanto porque yo creyera que podía serlo, sino porque todos los escritores que conocía y que eran famosos me parecía que no valían absolutamente nada. Pero para mí, quedarme con las manos cruzadas y dejarles apoderarse de la situación con su aburrida ineptitud me parecía atroz, así que comencé a escribir a máquina intentando decir las cosas de la manera que me parecía que debía decirse.


Luego se ensimismó en su chopp de cerveza, y se quedó en silencio, escuchando a Mahler. (“Gracias Mahler, tomo prestado de ti pero nunca te lo puedo devolver”, pensaría) Entonces pude contemplarlo unos segundos y ver la verdad tras su lenguaje procaz y aparentemente duro. Había un tipo extremadamente sensible bajo la coraza agreste de su apariencia. Ese tipo que se notaba más que nada en su poesía, en sus cuentos, en sus novelas, en sus cartas. En aquel cuerpo que vivió 73 años estaban también las vidas de todos los que conoció en el bajo mundo y cuyas historias tuvo el talento de contar. Entonces, recordé algo sobre lo que mi buen amigo Pierre Castro escribió alguna vez. Hay tipos que aman a Bukowski solo porque, según las traducciones que nos llegan de Anagrama, utiliza palabras como culo, mierda, cachondo o coñito. “Si esas son sus razones muchachos, lárguense por donde vinieron y no vuelvan”, les diría el viejo Buk.



- Hank, si enseñaras un curso de escritura creativa ¿Qué les dirías a tus alumnos?

- Les diría que tengan un amorío desgraciado, que sufran de hemorroides, dientes podridos y beban vino barato, que eviten la ópera, el golf y el ajedrez, que sigan azotando las cabeceras de sus camas de pared a pared. Y Luego les diría que tengan otro amorío desgraciado…



Nos reímos mucho. Y fue en esos instantes cuando Buk sacó a flote, como corcho en damajuana, innumerables historias. Me contó sobre su primer recital de poesía, organizado por su único amigo beat, el poeta y fundador de la legendaria librería City Lights, Lawrence Ferlinghetti. Como buen beat fue comprensivo con su situación y al lado del escenario donde leía, le colocó un refrigerador repleto de cervezas. Hank fue feliz. Y fue también feliz a los 23 años, cuando al fin folló. El hecho de que su coqueta pareja de entonces fuera una prostituta de 150 kilos, no hace menos gracioso su recuerdo. No paró de reír al recordar que rompieron la cama y que continuaron dándole al asunto mientras el destruido catre se apoyaba como una rampa sobre el piso. Ese fue momento para recordar a las múltiples mujeres que amó. A Jane, a Barbara Frye, su primera esposa, a Linda King, a FrancEye, la madre de su hija Marina, y a Linda Lee, su compañera hasta la muerte. Luego recordó como a pesar de los hoteles miserables, de la gente miserable, de sus relaciones miserables con el mundo, siempre se sobrepuso a la idea del suicidio, pues en el fondo sabía que tenía una chispa viva dentro de sí. Aunque viviera pobre y desempleado y comiendo diariamente solo una barra de chocolate, cuyo irónico nombre era Payday: día de pago. Luego se burló de Henry Miller, quien según él llegó a escribirle, sin conocerlo, una carta que decía: “¿Sabes?, beber no es bueno para crear, si quieres seguir creando tienes que dejar de beber, tienes que renunciar a la bebida”. Pequeño iluso. Más adelante recordó que el ser que más odiaba en el mundo era Mickey Mouse. “¡Es un bicho de tres dedos que no tiene una puta alma, no enseña nada!”, me llegó a decir. Tras algunos vasos de cerveza, y con Mahler aún sonando terco, comentó que su único grupo de rock favorito era U2. “Una vez me invitaron a un concierto. Bono es amigo de Sean Penn ¿sabes? Y bueno, nos dedicaron una canción a Linda y a mi, y fue algo muy bonito. Toda la gente parecía saber quien era yo”.



- Y ahora, ¿qué piensas de la muerte?

- No importa a qué edad quieras llegar, sino cuanto tiempo te queda de energía.

- Dado tu estado, querido Hank, se te ve muy convencido.

- Muy simple. Cuando el espíritu se desvanece, aparece la forma.

- ¿Y cuando te diste cuenta que servías para algo más que para emborracharte y follar? ¿Cuándo supiste que eras escritor?

- Nadie sabe que es escritor, solo creen que son escritores.

- Vamos Hank, no seas retórico…

- Oh, mierda, está bien. Creo que a los 13 años me di cuenta que empezó a funcionar el mecanismo, tú sabes, escribir mucho y sentirse muy bien. Cuando escribo, soy el héroe de mi mierda.

- ¿Y cómo se gesta tu mierda?

- No tengo pensamientos grandiosos. No tengo pensamientos amplios de naturaleza filosófica. Soy muy sencillo y cuando escribo poemas tratan de cosas sencillas. La poesía siempre es lo más fácil de escribir, porque se puede escribir cuando uno está completamente borracho o completamente feliz o completamente desgraciado. Vamos Ricardo, pide más cerveza.



Luego seguimos conversando de trivialidades, cada vez mejor llamadas incoherencias, colocando los codos permanentemente entre 45° y 90º en dirección hacia nuestras alcoholizadas fauces. Los brindis, risas y silencios momentáneos duraron tiempo indeterminado. De pronto, vuelvo a mirarlo y ya no estaba más dialogando conmigo. Estaba con la cabeza agachada, casi refugiada en su brazo izquierdo, como si estuviera leyendo las historias que guarda esta mesa, o como durmiendo, o como imaginando que suena Mahler por la radio, o vomitando, o pensando que tan grande será el siguiente trago o viéndose sus dizque inmensas pelotas. Miro a mi alrededor. No puedo mentir, esto no es una película ni un artículo para Dedomedio. Realmente no vi nada especial. No había ya más parroquianos, y los mozos bebían sus propias historias y lamentaban sus vasos vacíos. Recordé la noche entera y su compañía. Sus putas que casi pude oler, las borracheras imaginarias, más putas, y escribir, escribir, escribir. Ya sea desde su cabeza de cartero, o de empaquetador de legumbres, o de portero de burdeles o durante cualquier otro de los surrealistas oficios que tuvo en su vida. Escribiendo siempre. Yendo también siempre a las carreras de caballos, pero escribiendo, escribiendo, escribiendo. Ahora intento despertarlo. Pero cuando estaba a solo medio vasito de distancia viajé mentalmente hacia el cementerio californiano que guarda su tumba. Y recordé su epitafio. “Don´t Try”. Y lo dejé dormir.

Apenas terminaba yo de abandonar el bar, cuando escuché retumbar su voz de botella hambrienta desde el interior.



- “Sigue dándole, Mahler. Tú has hecho que esta noche sea maravillosa. ¡No pares, hijo de puta! ¡No pares!


Ya podía dejar de soñar y dormir tranquilo mi resaca. Después de todo, como dice Hank, tú puedes irte a la cama un miércoles en la noche convertido en escritor y despertarte al otro día y ser algo totalmente distinto.



Cómo ser un gran escritor

Por: Charles Bukowski

Tienes que cojerte a muchas mujeres bellas mujeres,

y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad y los nuevos talentos.
Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
Anda al hipódromo por lo menos una vez a la semana
y gana si es posible.
aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.
y no olvides tu Brahms,
tu Bach
y tu cerveza.

no te exijas.
duerme hasta el mediodía.
evita las tarjetas de crédito o pagar cualquier cosa a plazos.
acuérdate de que no hay un pedazo de culo en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).

y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.
un sabor temprano de la muerte no es necesariamente una mala cosa.
quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las arañas, sé paciente,
el tiempo es la cruz de todos.

más el exilio la derrota la traición toda esa basura.
quédate con la cerveza, la cerveza es continua sangre.
una amante continua.
agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa, dale duro.
haz de eso una pelea de peso pesado.
haz como el toro en la primer embestida.
y recuerda a los perros viejos, que pelearon tan bien:

Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.

si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres sin comida sin esperanza...
entonces no estás listo

toma más cerveza.
hay tiempo.
y si no hay,
está bien igual.



Dicen de Hank

“Todo aquel que lo lee sabe que, en un alto porcentaje, trata peor al hombre que a la mujer. Esencialmente porque es autobiográfico y trata de cometer errores en un mundo desordenado”
Sean Penn

Este es el Whitman de hoy. Este es el hombre de la calle que escribe para gente de la calle”

John Martin, editor de Black Sparrow Press.

“Sus textos son magníficos. Este tipo es el mejor escritor del siglo XX y publicaba en una tira callejera en la que ningún otro poeta publicaría (…) Lo que me enganchó fue que él parecía escribir para gente corriente, de la calle. Así que Bukowski parecía el escritor de los desposeídos, de los que no tenían voz”

Tom Waits

“Con Bukowski pude descubrir un nuevo tipo de literatura más directo y alejado del que habían establecido los beats. Ellos eran más artísticos porque jugaban más con el lenguaje, pero leer a este tipo de dejaba exhausto. Fue como un golpe directo a los huesos, a la médula”

Bono

“Bukowski es un devoto de la “De-disney-ficación de todos nosotros”

William Packard, editor de New York Quarterly

“Nací el 7 de setiembre de 1964 y lo primero que recuerdo es la casita en Los Angeles y la máquina de escribir de Hank”

Marina Bukowski, su hija.


Tres apuntes biográficos sobre Bukowski

La biografía clásica Hank (Anagrama), escrita por su amigo Neeli Cherkowski; Charles Bukowski (Circe), de Barry Miles, y Bukowski, una vida en imágenes (Salamandra), de Howard Sounes.



Hank en el cine

Ordinaria locura (1981), de Marco Ferreri;

Barfly (1987), de Barbet Schroeder.

Factótum (2005), de Bent Hamer.

Born into this (documental, 2003), de John Dullagan.



Fuentes para la alucinación

Documental Born into this

Madrigales de la pensión (Visor, 2002)

Lo que más me gusta es rascarme los sobacos, entrevista de Fernanda Pivano (1982)

El grito de los marginados, entrevista con Poli Délano (1987)

Charles Bukowski habla, entrevista para Chicago Literary Times (1963)

Los tipos duros escriben poesía, entrevista de Sean Penn para Interview magazine (1987)

El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco, diarios (2000)

El amor es un perro del infierno y otros poemas (Aguafuerte, 2005)

Bailando con la muerte (Aguafuerte, 2004)



PD: Alucinación publicada en la edición número 18 de la revista DEDOMEDIO, LIma, Perú, marzo 2009.

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