CON EL CAÑÓN EN LA BOCA

Un espacio para el desahogo, para el ahogo, para la soledad, para la compañía, para perder el control y retomarlo, para perderse completo y reencontrarse a medias, para ser un personaje y ser el autor al mismo tiempo, para gritar desaforado todos los silencios.

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Nombre: Ricardo Hinojosa Lizárraga
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

Comienzo esto a la edad en que otros han terminado todo lo que les quedaba por hacer en vida: Hendrix, Morrison, Janis, Cobain. Que poco pueden parecer a veces 27, cuanto pueden significar en otras ocasiones. Fuera de eso, ya cumplí con los rituales del colegio y la universidad, el de los vanos intentos de socialización, el de la escuela de vida que te prepara para saber adonde no volver, o como extraviarte totalmente en la búsqueda de ser individual y no borrego de modas y antojos circunstanciales. Aunque, a pesar de eso, prosiga ahora como todos, como uno más, ganándome el pan y trabajando, cumpliendo protocolos y horarios, aunque prefiera quedarme en casa, escribir según mi ánimo, darle curso al onanismo (el mental y todos sus hermanos), almorzar cuando no toque, escupir al cielo eventualmente o sencillamente chasquear los dedos frente al público y hacer mi gran desaparición. A pesar de todo eso, estoy aquí, sacando bien, siempre con el cañón en la boca, tentando el número final que me haga perenne.

mayo 30, 2008

NEGRO PASADO


Polémico, contestatario, artista descomunal, defensor de la libertad y antimilitarista, showman ególatra, torbellino sexual, cínico marihuanero, delirante machista, padre del afrobeat y considerado por muchos como un verdadero genio y profeta africano, Fela Kuti, ese hiperactivo y apasionado multiinstrumentista que tenía tanto de James Brown como de Bob Marley, fue la voz musical más representativa y políticamente incorrecta de un continente negro castigado por distintas dictaduras. Esta es su alucinante historia.


Será obstinado, impetuoso, incontrolable, su voz será semilla de problemas, turbulencias y violencias, sus mujeres serán numerosas, vivirá en la pobreza, al lado de los mendigos, dormirá con ladrones, sus amigos serán multitudes, romperá las prohibiciones de los hombres y de los dioses de los Oyumbos, perecerá por su propia mano. Era 1945; la Segunda Guerra Mundial iba volviéndose una imagen del pasado, llevándose con ella el manto de oscuridad con el que cubrió al mundo. Muy lejos de su principal escenario, en algún lugar de la remota Nigeria, un niño de 7 años contemplaba atónito la impresionante predicción que estaba siendo bombardeada a su madre por un adivino africano. El esperpento que fungía de oráculo no hablaba de ninguna divinidad o de un mesías con caracteres bíblicos, sino de un hombre de carne y hueso que sería el encargado de liberar ímpetus corporales y vehemencias interiores para darles una nueva concepción de su existencia. Ese hombre sería él mismo y por ello, años más tarde, cambiaría su original Hildegart Ransome Kuti por una combinación menos anglófona: Fela (“de quien emana la grandeza”) Anikulapo (“el que lleva la muerte en sus párpados”) Kuti (“el que no puede morir por la mano del hombre”). El mito había nacido.

En los 70 fue considerado por el mismísimo Paul McCartney, junto a su banda, como la mejor orquesta en vivo del mundo. Justamente un disco suyo grabado en directo es, quizás, el único que puede encontrarse en discotiendas peruanas: Fela Ransome Kuti & África 70 with Ginger Baker, esa maravillosa masturbación orquestal en la que colabora el legendario baterista de Cream y que presta uno de sus tracks como cortina al programa TV Rock que conduce Cucho Peñaloza en canal 7, para mayores señas. Ese viaje lisérgico-musical que amalgama funky, rock, jazz y ritmos nativos se llama afrobeat y su autor sería hoy más famoso que Bob Marley, la más cercana analogía de su personalidad que hay por estas tierras, si tan solo hubiera aceptado reducir sus canciones a los siempre radiales tres minutos, en lugar de los más de 20 que solían durar.


I`m black and i`m proud

Años antes de que empezara a remecer los escenarios con el sudor de su desbordante talento, el joven Fela se aburrió de los leones, elefantes y jirafas que abundaban en su región, abandonó el zoo y partió a Inglaterra. Unos años en el Trinity College Music y el descarte de una nada prometedora carrera de medicina lo dejaron expedito para empezar a rubricar los ritmos que lo convertirían, finalmente, en el arrollador instrumento de una creatividad tan inmensa como su ego. Los Koola Lobitos, su primera banda, fungieron como prácticas pre profesionales del ambicioso músico. Tras rodar de un lado a otro en diferentes locales nocturnos de Lagos, la capital nigeriana, y amamantarse de los ideales de su madre, la activista por el feminismo y los derechos humanos Funmilayo Ransome Kuti (fundadora en los años 50 de la Unión de Mujeres Nigerianas), Fela partió a los Estados Unidos. Allí, quien más tarde se haría llamar The Black President, entró en contacto directo con el Black Power, propugnado por los Panteras Negras. Precisamente la principal influencia de estos, Malcolm X, también lo sería de Fela, sembrando en él las ganas y motivación suficientes para reivindicar a su raza y a su pueblo mediante una doctrina, casi religiosa que él adoptó e inventó: el Blackism. Estados Unidos me hizo el favor de llevarme de regreso a mí mismo", afirmó el músico tiempo después. De hecho, no solo la influencia sociopolítica dejó profundas huellas en su manera de ver el mundo, sino también ritmos como el jazz, oídos en su propio lugar de origen. El establishment americano, a su modo de ver, originó un limbo donde las masas de los países oprimidos y sus opresores podían copular, inseminarse y parir una música audaz y muy poderosa, precisamente porque vinculaba a África con los siglos por los que se prolongó el éxodo de su pueblo. Fela miraba el lejano horizonte desde la costa americana, buscando su propia nación, mientras era arrullado por Charlie Parker, John Coltrane y Miles Davis. Fela era un continente entero retroalimentándose de ritmos que le pertenecían por derecho.

Zoon Politikón

Cuando volvió a tierra nigeriana, su negra e impetuosa personalidad lo había tornado en un animal político dispuesto a acabar con los políticos animales. Desde que era niño sabía que iba a ser un gran hombre. Me di cuenta porque siempre me metía en líos. Y entonces me preguntaba: “¿Por qué estoy en líos? ¿Por qué nunca doy mi brazo a torcer?", aseguró Fela en el documental biográfico Music is a weapon y no sin razón. Su carácter testarudo, rebelde y frontal lo hicieron entrar rápidamente en choque con las autoridades militares de su país. El afrobeat, el ritmo que había alumbrado y con el que hacía elocuentes puestas en escena ante personas que comenzaron siendo decenas y terminaron siendo miles, tenía como semilla natural una militancia política poco acomodada a las estrictas leyes que regían Nigeria. Era el más profundo sentido Panafricano trasladado a la hipérbole musical. Para dar rienda suelta a su arte, Fela requería grandes bandas de músicos que llegaron a estar compuestas por entre 20 a 40 personas en escena. Cantaba en pidgin, considerado el inglés de la calle, que para él democratizaba sus letras y las hacía entendibles por más personas, a la vez que ridiculizaba la lengua imperialista. El ritmo enérgico y la percusión polirítmica eran acompañados por la impresionante presencia de Kuti, quien se movía en el escenario como un poseso, casi desnudo, y dirigía sus letras a la corrupción generalizada de la sociedad poscolonial de su país, encabezada por el militar-presidente Olusegun Obasanjo, quien irónicamente ha pasado a la historia por ser el primero que democratizó Nigeria desde su independencia del Reino Unido en 1960. Kuti llegó a grabar 77 discos, uno de los cuales, International Thief Thief, denuncia a las multinacionales como sanguinarios grupos de presión política, sobretodo en el Tercer Mundo. En otros, como Black President, critica el sistema social desde sus cimientos y manifiesta su deseo de liderar los destinos de su país. Otro LP, el reputado Expensive Shit, se refería a una anécdota en la que los militares llegaron a hacerlo defecar para encontrar rastros de marihuana y encarcelarlo. Fela consiguió la limpia y solidaria mierda de un compañero de celda y salió libre. Pero el acoso llegaría a su punto álgido – y más trágico – en 1977.

Fela, hastiado de las limitaciones y defectos de su sociedad, y ya convertido en caserito de las más sórdidas cárceles gracias a la intolerancia militar por su mensaje y costumbres poco convencionales, funda en la década de los 70 la República de Kalakuta, un lugar donde poetas, artistas, y locos intercambiaban experiencias creativas, vivían el sexo sin límites territoriales con el humo del cannabis como telón de fondo y lo tenían a él como soberano mayor. Intentando atraer a su seno al enemigo, el ya mencionado Obasanjo le invita a formar parte del “Fesac”, Festival de las Artes Negras, y Fela como siempre, no solo se niega a unir su nombre al de dicho régimen, que considera apócrifo e indigno, sino que además organiza un “Contra-Fesac” en Kalakuta, llegando al clímax con la interpretación del que sería considerado uno de sus himnos más importantes, Zombie, tema dedicado, que duda cabe, al siempre reconocido criterio amplio de los soldados: Zombie no go stop, unless you tell am to stop/ Zombie no go turn, unless you tell am to turn/ Zombie no go think, unless you tell am to think (Zombie no se detendrá a menos que le digas que se detenga/Zombie no dará la vuelta a menos que le digas que se voltee/Zombie no pensará a menos que le digas que piense). ¿La consecuencia?: Mil soldados rodearon la República de Kalakuta bajo pretexto de frenar una riña callejera. Apagaron la electricidad en todo el barrio para poder pasar por la cerca eléctrica que tenía Fela y allanaron el lugar. Expulsaron a los periodistas extranjeros y después empezaron una labor tan extensa como miserable: torturaron a las mujeres, las violaron con rifles y botellas rotas; destruyeron el estudio de grabación y las cintas máster con temas inéditos; inutilizaron los camiones y vehículos de la banda, y finalmente lo incendiaron todo. Por si fuera poco, lanzaron por una ventana a la madre de Fela, Funmilayo Ransome-Kuti, que contaba ya 77 años y se movilizaba en silla de ruedas; ella murió unos meses después a causa de las heridas. Todos los kalakutienses terminaron en el hospital o en la cárcel. A Fela le rompieron las manos y una pierna, y no pudo tocar el saxofón durante años. La investigación oficial concluyó que él era un delincuente y que su club fue incendiado por desconocidos. Puro terrorismo de Estado que a nosotros nos es tan familiar.


Music is a weapon

“Quiero usar la música como un arma”, dijo Fela en 1979, ya recuperado de sus heridas. “Hay que tocar música y hay que ser activo. Hay que hacer algo contra el sistema. Si no te gusta, haz algo. En Inglaterra, por ejemplo, la sociedad ha llegado a un punto donde la música puede ser un instrumento de placer. Allí pueden hablar de amor, de las chicas con las que se acuestan. Pero en mi sociedad no hay placer, sólo el esfuerzo diario de la gente para existir. El arte debe hablar de tu estado de desarrollo o de subdesarrollo. O sea que, para África, la música no puede ser un placer; debe hablar de revolución”.

La música de Fela no se oye: se fuma, se respira a través del boquerón oscuro donde se maceran las injusticias, se inyecta sola a las venas, se coloca en la lengua como un ácido poderoso y letal, un pasaje de ida sin retorno a un mundo de espectros y deidades africanas que se precipitan a un abismo de frenesí y locura incomparables. Por eso el afrobeat se baila brutalmente, como una epilepsia gozada que exorciza todo lo negativo.

Él continuó la lucha y demostró que no solo era un vehemente cantante de protesta sino también un follador impenitente. Reconstruyó Kalakuta y, aunque siempre fue acusado de tratos machistas, se casó con sus 27 mujeres. En 1979 crea el M.O.P (Movement for the People), su propio partido político, y respondió en su disco “Beats of no nation” a la política conservadora de Thatcher y Reagan, sin limitaciones, como fue siempre. En 1982 llega su punto de quiebre, pues toca en París frente a casi 10 mil personas. Era el genio desatado en la cumbre de su ego, lúbrico, sexual y pasuchi por donde se le mire, pero con un mensaje coherente que llevaría la atención del mundo a la música africana. Su chapa de candidato presidencial a las elecciones de Nigeria no era gratuita: The Black President is back. Sin embargo, nuevamente la represión lo hundiría. El ejército vuelve a destruir Kalakuta. Fela pasó solo un mes en la cárcel, pero debido a la violencia y las torturas sufridas, no podría volver a tocar el saxo tenor nunca más. Viaja a Europa para tomar aire. Vuelve a Nigeria y forma su banda nuevamente para una gira por Estados Unidos. Pero la bota militar lo intercepta en el aeropuerto de Lagos. Es detenido y acusado de contrabando, pasando 18 meses de cárcel de una sentencia total de 5 años. En 1986, actuó en el estadio de los Gigantes de New Jersey en el marco de los conciertos de Amnistía Internacional, compartiendo el escenario con Bono, Carlos Santana, y The Neville Brothers. Pero poco tiempo después llegaría lo peor. Su salud empieza a quebrarse y se inician los rumores sobre la procedencia de sus males. La promiscuidad de su música y su vida son una analogía que llevaría sobre los hombros hasta su curso final. La marihuana ya no era más un pasatiempo relajante o un potenciador de su hipnotismo musical, sino el paliativo para los dolores ocasionados por el VIH. Fela había negado hasta el final su condición de enfermo de sida, asegurando que era una enfermedad de blancos. También había rechazado cualquier tipo de medicina profesional y solo recurrió a remedios tradicionales que poco hicieron por mejorar su condición. En un último arranque de desfachatez y delirio, se mostró contrario al uso del preservativo criticándolo como ajeno a la cultura africana en una de sus canciones.

El 14 agosto de 1997 logró la más grande convocatoria que artista africano alguno hubiera logrado antes: un millón de personas. Lamentablemente, ninguno de los asistentes esperaba oírlo cantar o verlo en el escenario rodeado de músicos y coristas que respondieran – como siempre- a sus líneas cantadas con una respuesta social. Fela Anikulapo Kuti había dado su último suspiro de rebeldía el día 2 de ese mismo mes, pero se iría aclamado por la multitud.

"Fela, como se conocía a nivel internacional, tenía 58 años y contaba con el ritmo de James Brown, el talento de Prince para el arreglo musical, la indignación elocuente de Pete Seeger, el carisma mágico de Bob Marley y, por un tiempo, la popularidad innegable de Bruce Springsteen en su auge", aseguró el reconocido crítico de Rolling Stone, Tom Moon, a propósito de la muerte del músico. Otros, notoriamente influenciados por él, como David Byrne, Stevie Wonder o Brian Eno, lamentaron su deceso llevando el suculento mix de su música a otros niveles y a otros territorios.

Aunque pueda sonar muy cliché, en este caso no es un vago consuelo lo que sucede con Fela Kuti más de 10 años después de su desaparición física. El hombre que alguna vez dijo no ser nigeriano sino africano “Porque Nigeria se creó a principios de siglo, pero mi cultura viene de siglos atrás", no necesita resucitar para estar vivo. Basta darle al play a cualquiera de sus discos para que una guerra anatómica y una reflexión social se desaten a través del saxofón y los teclados, las trompetas, flautas, guitarras, tambores o cualquiera de los más de 10 instrumentos que este profeta negro llevaba al clímax. ¡El Presidente Negro ha muerto! ¡Que viva el Presidente Negro!

"Me preguntan si quiero que el mundo me recuerde. No, para nada. ¿Sabes lo que quiero? ¡Quiero que el mundo cambie!".

FELA KUTI