CON EL CAÑÓN EN LA BOCA

Un espacio para el desahogo, para el ahogo, para la soledad, para la compañía, para perder el control y retomarlo, para perderse completo y reencontrarse a medias, para ser un personaje y ser el autor al mismo tiempo, para gritar desaforado todos los silencios.

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Nombre: Ricardo Hinojosa Lizárraga
Ubicación: Miraflores, Lima, Peru

Comienzo esto a la edad en que otros han terminado todo lo que les quedaba por hacer en vida: Hendrix, Morrison, Janis, Cobain. Que poco pueden parecer a veces 27, cuanto pueden significar en otras ocasiones. Fuera de eso, ya cumplí con los rituales del colegio y la universidad, el de los vanos intentos de socialización, el de la escuela de vida que te prepara para saber adonde no volver, o como extraviarte totalmente en la búsqueda de ser individual y no borrego de modas y antojos circunstanciales. Aunque, a pesar de eso, prosiga ahora como todos, como uno más, ganándome el pan y trabajando, cumpliendo protocolos y horarios, aunque prefiera quedarme en casa, escribir según mi ánimo, darle curso al onanismo (el mental y todos sus hermanos), almorzar cuando no toque, escupir al cielo eventualmente o sencillamente chasquear los dedos frente al público y hacer mi gran desaparición. A pesar de todo eso, estoy aquí, sacando bien, siempre con el cañón en la boca, tentando el número final que me haga perenne.

diciembre 12, 2006

Cosas que hacer en Lima cuando estás muerto




Resignación inmediata y total. Si pues hermano qué le vamos a hacer, si tu cadáver está tirado a tu lado pero tú que estás transparente y espectral te pareces más a ti que esa mancha de sangre en que se convirtió tu cuerpo tras el choque. Ya fue, ya fuiste. Nunca llegaste a verle el rostro de nuevo a tu amante pues el pavimento se lo devoró de una sola mueca, por ir contigo a 100 por hora y no ponerse cinturón. No te preocupes, tu mujer no podrá hacerte nada, aunque tu mano fría aún guarde el olor de la entrepierna de tu acompañante. Resígnate a quedarte con la miel en los labios por la eternidad, e intenta una masturbación mental con la flama o la nube que prefieras, pues para los muertos es imposible follar, para que te vayas enterando. Solo erectan el cielo y el infierno que sus principios y finales procrea.

Turismo de aventura. Engendro natural de la muerte, la falta de destino del ausente lo ampara de cualquier peligro. Ergo, sin destino no hay nada que te pase. No peligra tu alma más de lo que peligró tu cuerpo. Asume tu condición de voyeur eterno y ve a conocer el mundo. Intenta maromas y piruetas de fantasma para que, por si vuelves, cuentes tu trip con pelos y señales, ofreciendo pruebas fehacientes de la certeza de tu condición de muerto y un test de drogas que manifieste que no has hecho experimentos. Muerto entra a la catedral y ráscale la nariz al cardenal mientras da la misa, a ver si entre patraña y patraña su estornudo salpica un poco de verdad. Toma fotos fantasmales del momento y has un álbum que pueda proyectarse desde los ojos de los ciegos.

Vida social. Asiste a cuanta reunión post mortem te inviten. Sí hermano, ¡socializa por una vez en tu…muerte! Intenta cruzarte con buenos contactos y siéntate en las mesas de los comensales más célebres. Guíñales el ojo y ensaya un coqueteo pseudo intelectual, sólo si es necesario. Intercambien muecas de deseo, tóquense e intenten sentir las lenguas que alguna vez, cuando fueron cuerpos, tuvieron en sus bocas, has un escándalo de antología y, si eres tan rosquete que me has hecho caso y has llegado hasta ahí, deja que te follen todos los asistentes y muere de nuevo. Por lo contrario, si evitaste seguir mis instrucciones, mira hacia la nada y recuerda lo bueno que era tomarse unas cervezas con los amigos. Lo bueno que era y tú, que ya no eres.